En los últimos días ha arreciado el incremento de precios a
la par de la baja en las manifestaciones públicas y del ambiente de conflictividad
que se vivió en los meses anteriores a julio de este año. La decepción se
sembró en la mayoría de los compatriotas, quienes percibieron en la aceptación
de las elecciones a gobernadores, una traición a las luchas y una banalización
del discurso político.
Sin embargo es indudable que la imagen del gobierno en el
exterior cada día se deteriora más, al punto de que muchos de los planes
trazados para ejecutar a través de la ilegítima Asamblea Nacional
Constituyente, se han visto frenados por esta imagen negativa que tiene ecos
sonoros en los foros internacionales.
Esto nos lleva a reinterpretar los escenarios futuros de
nuestra nación. Nuestro deseo es que finalice el régimen de terror e
incertidumbre impuesto por Nicolás Maduro, pero los muertos de las manifestaciones
recientes, la represión contra dirigentes políticos y la certidumbre de que
sólo un acto de fuerza puede acabar con esta situación, nos sumió en un período
de desesperanza que, en muchos, minó su capacidad de lucha y su visión
inmediatista de lograr objetivos a corto plazo.
¿Qué hacer? Esta pregunta surgió en el ambiente como un
ventarrón y fueron muchas las respuestas que se dieron a la misma. Un sector de
la oposición apostó por develar sus intenciones e inició un proceso de lucha
interna por ocupar los puestos salientes en un proceso amañado de elecciones
regionales. Otros se negaron a creer en un proceso eleccionario donde la espada
de Damocles de la ANC pende sobre la decisión soberana y otros pasaron a la
inacción.
Pero la pregunta sigue repitiéndose. Particularmente creo
que es el momento en que todos los venezolanos, sin distingos de credos
partidista ni religiosos, sin restricciones de profesión u oficio, sin
diferencias de sexos o cualesquiera de las otras divisiones que pudiera
existir, nos organicemos para hacer frente a la Venezuela que va a surgir de
todo este panorama nefasto en que nos han hundido.
La arremetida de los precios, la falta de medidas para corregir
los males que estamos viviendo y los pocos recursos con los que contamos para
combatir en un corto plazo esta debacle, nos lleva a sugerir la necesidad de
unirnos con el fin de hacer frente al futuro que se nos avecina.
Hemos sido por más de un siglo un país rentista petrolero,
pero en este momento nuestra producción ha mermado por la falta de una
administración eficiente que invirtiera en nuevos pozos, en el mantenimiento de
los existentes y en la búsqueda de
nuevos yacimientos y en la tecnología necesaria para usar nuestros recursos de
manera más beneficiosa.
Por el contrario se han dilapidado los ingentes recursos de
los últimos años en convenios onerosos para la nación, en corrupción y en
sustituir el aparato productivo nacional con importaciones que dejan aportes
importantes a los intermediarios de estas negociaciones.
Por eso es importante que todos los venezolanos nos
aboquemos a la elaboración de un gran plan de reconstrucción nacional, donde
cada uno de nosotros, aprovechando la existencia de la tecnología digital, los
nuevos medios de comunicación y los conocimientos de experiencias pasadas, no
sólo de nuestra nación, sino de todas las que han pasado por situaciones
similares, concentremos opiniones que pudieran tomarse en consideración para
esa necesaria rehabilitación del aparato productivo nacional, para la elevación
de la moral ciudadana y para la reunificación nacional en un plan de consenso.
Esta debe ser una participación colectiva que no debe
dejarse sólo a los políticos de turno, porque han demostrado, tanto dentro del
gobierno, como fuera de él, un gran desconocimiento del manejo de la macro y la micro economía, de la historia
patria, de la idiosincrasia del venezolano y de las verdaderas necesidades que
tiene esta población para ponerse de acuerdo en la explotación de los grandes y
generosos recursos existentes en nuestro suelo para el lograr un desarrollo
económico y social armónico que se constituya en ejemplo para las naciones del
mundo.
Necesitamos que los conocedores de la materia petrolera:
trabajadores de antes y de ahora con vocación y conocimiento; los expertos
teóricos, los economistas, los ambientalistas, los periodistas, los
administradores, los químicos, los innovadores… es decir, todos los que puedan
dar un aporte, para que planteen los escenarios posibles de esa Venezuela que
debe renacer del caos con un aparato petrolero en decadencia, cuya inversión,
para su optimización, requiere de grandes masas de recursos y de genialidad
para saber aprovechar cada centavo que se invierta en el mismo.
Por supuesto que a la par de esta discusión debe estar otro
gran contingente de venezolanos dedicados a la tarea de plantear la
recuperación del campo. Allí deben estar los agricultores, los criadores de los
diferentes tipos de ganado que sirven para la alimentación, la gente conocedora
de la agroindustria, los trabajadores, los empresarios, los financistas, las aseguradoras,
los comerciantes mayoristas y detallistas, los nutricionistas, los
planificadores y todo personal que tenga a bien aportar su conocimiento para el
crear un sistema sustentable de producción de alimentos y su
industrialización.,
Pero todo esto no será posible si a la par no se crea una
estrategia para adecentar al país. La educación debe pasar por este proceso y
aquí los educadores, los estudiantes, las universidades, las iglesias y las
organismos dedicados a la investigación social juegan un papel preponderante
para sacar a los habitantes de la ignorancia y evitar con ello que a se someta
a la población a un sistema de gobierno populista como el que hemos tenido en
los últimos años y que nos ha llevado a la crisis que hoy vivimos.
Todo esto debe pasar por el adecentamiento del sistema
judicial. No se puede continuar viviendo en un país donde la ley es selectiva, donde
los jueces se eligen por su filiación partidista y no por sus méritos y su
probidad como seres honestos. Debe existir una manera de lograr una verdadera
carrera judicial y deben ser los conocedores de la materia quienes propongan al
país una discusión sana sobre cuál debe ser el proceder para lograr esta
ansiada justicia.
Quedarían muchas facetas pendientes, pero dentro de las
indispensables debe estar la visión
política que debe existir para lograr estos procesos. Los partidos
políticos deben ser los centros de discusión sobre las diversas materias que
conforman la superestructura de esta nación. No se debe continuar pensando en
el voto para mantenerse en el poder, porque esto conlleva al mantenimiento de
la población en un mundo de mentiras para manejarla a su antojo. Tampoco debe
verse la política como una manera de acceder al poder para el enriquecimiento
inmediato por medio de prebendas y corruptelas.
El político debe tener doctrina, saber que bien persigue
para el pueblo que desea representar, pensar en sus seguidores y no en el
partido que lo apoya y ser un conocedor de la historia del país y del mundo
para evitar que sus decisiones nos lleven por despeñaderos, como ha ocurrido en
Venezuela en los últimos tiempos.
El financiamiento de estos partidos debe ser transparente.
No puede basarse en los dineros públicos ni en compromisos con entes que luego
se hace acreedores de beneficios y contratos cuando se llega al poder y,
además, debe velar primero por el desarrollo del país ante que el beneficio
directo que se le da a los adeptos a sus respectivos partidos.
Conformada esta visión de país podemos enfrentar el futuro
con mayor entereza. Es indudable que acarreará elementos importantes como la
estructura política-geográfica, la descentralización administrativa, la
competencia entre regiones, las relaciones internacionales, el sistema de
gobierno y todo un cúmulo de acciones que nos potencien hacia la patria que
deseamos para nuestros nietos.
De seguir con la política del dejar hacer y del dejar pasar
que nos ha abrumado durante casi toda nuestra historia, no nos quedará otro
futuro que desaparecer como nación, ya sea como víctimas de un guerra
escandalosa de exterminio o por las hambrunas y la descomposición social por la
que nos llevan las políticas erróneas del populismo delincuencial que nos ha
tocado vivir hoy en día.

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