La Venezuela del futuro depende de todos

Igor García
En los últimos días ha arreciado el incremento de precios a la par de la baja en las manifestaciones públicas y del ambiente de conflictividad que se vivió en los meses anteriores a julio de este año. La decepción se sembró en la mayoría de los compatriotas, quienes percibieron en la aceptación de las elecciones a gobernadores, una traición a las luchas y una banalización del discurso político.
Sin embargo es indudable que la imagen del gobierno en el exterior cada día se deteriora más, al punto de que muchos de los planes trazados para ejecutar a través de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, se han visto frenados por esta imagen negativa que tiene ecos sonoros en los foros internacionales.
Esto nos lleva a reinterpretar los escenarios futuros de nuestra nación. Nuestro deseo es que finalice el régimen de terror e incertidumbre impuesto por Nicolás Maduro, pero los muertos de las manifestaciones recientes, la represión contra dirigentes políticos y la certidumbre de que sólo un acto de fuerza puede acabar con esta situación, nos sumió en un período de desesperanza que, en muchos, minó su capacidad de lucha y su visión inmediatista de lograr objetivos a corto plazo.
¿Qué hacer? Esta pregunta surgió en el ambiente como un ventarrón y fueron muchas las respuestas que se dieron a la misma. Un sector de la oposición apostó por develar sus intenciones e inició un proceso de lucha interna por ocupar los puestos salientes en un proceso amañado de elecciones regionales. Otros se negaron a creer en un proceso eleccionario donde la espada de Damocles de la ANC pende sobre la decisión soberana y otros pasaron a la inacción.
Pero la pregunta sigue repitiéndose. Particularmente creo que es el momento en que todos los venezolanos, sin distingos de credos partidista ni religiosos, sin restricciones de profesión u oficio, sin diferencias de sexos o cualesquiera de las otras divisiones que pudiera existir, nos organicemos para hacer frente a la Venezuela que va a surgir de todo este panorama nefasto en que nos han hundido.
La arremetida de los precios, la falta de medidas para corregir los males que estamos viviendo y los pocos recursos con los que contamos para combatir en un corto plazo esta debacle, nos lleva a sugerir la necesidad de unirnos con el fin de hacer frente al futuro que se nos avecina.
Hemos sido por más de un siglo un país rentista petrolero, pero en este momento nuestra producción ha mermado por la falta de una administración eficiente que invirtiera en nuevos pozos, en el mantenimiento de los existentes y en la  búsqueda de nuevos yacimientos y en la tecnología necesaria para usar nuestros recursos de manera más beneficiosa.
Por el contrario se han dilapidado los ingentes recursos de los últimos años en convenios onerosos para la nación, en corrupción y en sustituir el aparato productivo nacional con importaciones que dejan aportes importantes a los intermediarios de estas negociaciones.
Por eso es importante que todos los venezolanos nos aboquemos a la elaboración de un gran plan de reconstrucción nacional, donde cada uno de nosotros, aprovechando la existencia de la tecnología digital, los nuevos medios de comunicación y los conocimientos de experiencias pasadas, no sólo de nuestra nación, sino de todas las que han pasado por situaciones similares, concentremos opiniones que pudieran tomarse en consideración para esa necesaria rehabilitación del aparato productivo nacional, para la elevación de la moral ciudadana y para la reunificación nacional en un plan de consenso.
Esta debe ser una participación colectiva que no debe dejarse sólo a los políticos de turno, porque han demostrado, tanto dentro del gobierno, como fuera de él, un gran desconocimiento del manejo de  la macro y la micro economía, de la historia patria, de la idiosincrasia del venezolano y de las verdaderas necesidades que tiene esta población para ponerse de acuerdo en la explotación de los grandes y generosos recursos existentes en nuestro suelo para el lograr un desarrollo económico y social armónico que se constituya en ejemplo para las naciones del mundo.
Necesitamos que los conocedores de la materia petrolera: trabajadores de antes y de ahora con vocación y conocimiento; los expertos teóricos, los economistas, los ambientalistas, los periodistas, los administradores, los químicos, los innovadores… es decir, todos los que puedan dar un aporte, para que planteen los escenarios posibles de esa Venezuela que debe renacer del caos con un aparato petrolero en decadencia, cuya inversión, para su optimización, requiere de grandes masas de recursos y de genialidad para saber aprovechar cada centavo que se invierta en el mismo.
Por supuesto que a la par de esta discusión debe estar otro gran contingente de venezolanos dedicados a la tarea de plantear la recuperación del campo. Allí deben estar los agricultores, los criadores de los diferentes tipos de ganado que sirven para la alimentación, la gente conocedora de la agroindustria, los trabajadores, los empresarios, los financistas, las aseguradoras, los comerciantes mayoristas y detallistas, los nutricionistas, los planificadores y todo personal que tenga a bien aportar su conocimiento para el crear un sistema sustentable de producción de alimentos y su industrialización.,
Pero todo esto no será posible si a la par no se crea una estrategia para adecentar al país. La educación debe pasar por este proceso y aquí los educadores, los estudiantes, las universidades, las iglesias y las organismos dedicados a la investigación social juegan un papel preponderante para sacar a los habitantes de la ignorancia y evitar con ello que a se someta a la población a un sistema de gobierno populista como el que hemos tenido en los últimos años y que nos ha llevado a la crisis que hoy vivimos.
Todo esto debe pasar por el adecentamiento del sistema judicial. No se puede continuar viviendo en un país donde la ley es selectiva, donde los jueces se eligen por su filiación partidista y no por sus méritos y su probidad como seres honestos. Debe existir una manera de lograr una verdadera carrera judicial y deben ser los conocedores de la materia quienes propongan al país una discusión sana sobre cuál debe ser el proceder para lograr esta ansiada justicia.
Quedarían muchas facetas pendientes, pero dentro de las indispensables debe estar la visión  política que debe existir para lograr estos procesos. Los partidos políticos deben ser los centros de discusión sobre las diversas materias que conforman la superestructura de esta nación. No se debe continuar pensando en el voto para mantenerse en el poder, porque esto conlleva al mantenimiento de la población en un mundo de mentiras para manejarla a su antojo. Tampoco debe verse la política como una manera de acceder al poder para el enriquecimiento inmediato por medio de prebendas y corruptelas.
El político debe tener doctrina, saber que bien persigue para el pueblo que desea representar, pensar en sus seguidores y no en el partido que lo apoya y ser un conocedor de la historia del país y del mundo para evitar que sus decisiones nos lleven por despeñaderos, como ha ocurrido en Venezuela en los últimos tiempos.
El financiamiento de estos partidos debe ser transparente. No puede basarse en los dineros públicos ni en compromisos con entes que luego se hace acreedores de beneficios y contratos cuando se llega al poder y, además, debe velar primero por el desarrollo del país ante que el beneficio directo que se le da a los adeptos a sus respectivos partidos.
Conformada esta visión de país podemos enfrentar el futuro con mayor entereza. Es indudable que acarreará elementos importantes como la estructura política-geográfica, la descentralización administrativa, la competencia entre regiones, las relaciones internacionales, el sistema de gobierno y todo un cúmulo de acciones que nos potencien hacia la patria que deseamos para nuestros nietos.

De seguir con la política del dejar hacer y del dejar pasar que nos ha abrumado durante casi toda nuestra historia, no nos quedará otro futuro que desaparecer como nación, ya sea como víctimas de un guerra escandalosa de exterminio o por las hambrunas y la descomposición social por la que nos llevan las políticas erróneas del populismo delincuencial que nos ha tocado vivir hoy en día.

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