La guerra de la información está viviendo momentos cumbres,
tanto en Venezuela como en el mundo, al lograr que la sociedad se enfrasque en
una lucha de informaciones cuyo fin es el desinformar y crear caos y no el de
colocar la verdad en el tapete.
Es notorio que la “Aldea global”, avizorada por Marshall Mc
Luhan está en plena vigencia, al punto de que la guerra mencionada puede
influenciar grandemente en elecciones como la norteamericana o la italiana,
influenciados por la maquinaria soviética o puede justificar invasiones, como
el caso de Irak.
El caso del bombardeo a Siria se presenta como una batalla
de informaciones donde se trata de ubicar a los ciudadanos en uno de los bandos
enfrentados sin que pueda existir términos medios. Quien justifica el bombardeo
lo asume basado en fotografías, videos y otros documentos que acusan al
gobierno sirio de utilizar gases letales para aniquilar a sus enemigos sin
prever la existencia de niños, mujeres y ancianos que son asesinados por estas
armas prohibidas.
El bando contrario ignora los argumentos de su contrario y
se apoya en la autodeterminación de los pueblos y en la soberanía de Siria para
denunciar que Los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido atacaron a la
población y la masacraron impunemente.
Estas matrices de opinión conlleva a la omisión de pruebas
para la denuncia o para crearlas en los laboratorios de información, en cuyos
arsenales hay estudios para descubrir la factibilidad de los seres humanos para
cuadrarse con los oprimidos, los inocentes y las víctimas.
Lo mismo está pasando en nuestro país. El gobierno, basado
en estos principios, se ha apoderado de los medios del país a través de la
extorsión con la manipulación del papel para los periódicos, la compra y
creación de canales de televisión, la formación de radiodifusoras, la formación
de periódicos de distribución gratuita y el silenciamiento de las voces e
instituciones que les son adversas.
Toda esta maquinaria
ha sido usada para dividir a la población en tres grandes grupos de opinión. El
primero con los seguidores al gobierno, quienes no tienen otra referencia a la
verdad que la dictada por estos medios gubernamentales y por las voces de sus
dirigentes; el segundo, formado por los considerados opositores, quienes, a su
vez, se parcializan por lo dicho por sus líderes y sus partidos sin tomar en
consideración si la verdad se encuentra de su lado. Para ambos bandos todo lo
que venga del contrario es mentira y viceversa.
Un tercer grupo
formado por esta acción es el conformado por los incrédulos y cuestionadores,
cuyo número crece cada día por la suma de los adeptos de los otros dos grupos.
Para los efectos políticos éstos son un blanco para el oficialismo, por cuanto,
ante la inexistencia de elecciones diáfanas y transparentes, los miembros de
este sector se inclinan por mantenerse al margen de la diatriba política y el
mantenerlos dentro de la neutralidad los favorece.
Lo peligroso en todo esto es que verdad está herida de muerte. En cada bando
se miente con descaro, las informaciones se parcializan, dependiendo del sector
en el cual se esté inmerso y el país se hunde irremediablemente en un caos
institucional, social, político, sanitario y diplomático, donde los
perjudicados somos los ciudadanos quienes vemos mermar cada día nuestros recursos
para hacer frente a esta crisis económica y social sin parangón en la historia
patria.

No hay comentarios:
Publicar un comentario