Para hablar de nación primero hay que estar de acuerdo en su
concepto. ¿Qué es una nación? El diccionario de la lengua española la define
como: “…conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno” o
el “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo
idioma y tienen una tradición común”,
entre otras acepciones.
Sin embargo, una nación es más que eso. Podría asegurarse
que una nación es un sentimiento que se encierra en un conjunto de seres
humanos con distintas costumbres, con distintas razas, y muchas veces con
distintos idiomas, que conviven dentro de un territorio, cuya cohesión obedece
a políticas surgidas de imposiciones fundacionales derivadas de migraciones
colonialistas o de luchas independentistas.
Pero, por tratarse de un sentimiento, no basta con la fuerza
para formar una nación. El ciudadano debe sentirse parte del territorio,
identificarse con sus leyes, con sus gobernantes, con sus costumbres regionales
y con las otras, las ubicadas más allá de sus límites pueblerinos, que también
pertenecen a la nación con la cual se identifica.
Esta singularidad, quizás, es una de las trabas más
arraigadas en Venezuela y los países latinoamericanos para elevarse como
naciones. Nuestro proceso histórico nos dio un territorio cambiante en tiempos
coloniales y otro experimental en el proceso independentista. Cuando el andino
apenas comenzaba a conocer que pertenecía a la Capitanía General de Venezuela,
a principios del siglo XIX, pasó a ser colombiano por imposición de la guerra,
así como los angostureños, distantes de una capital desconocida por la ausencia
de caminos.
Es decir, que no tuvimos tiempo para ser nación en tiempos coloniales,
debido a los cambios de territorios por parte de la corona española ni tuvimos
tiempo para ser colombianos. En 1830 se inició el proceso para ser nación, pero
el sentimiento no pudo crecer en una población dividida entre las tesis
militaristas predominantes y divididas entre bolivarianas y paecistas y las
ideas civilistas sin guías claras a seguir.
Luego de una historia turbulenta y de diferencias
ancestrales, Venezuela se encamina hacia ese sentimiento de nación que es
necesario forman dentro de las diferencias. Es necesaria la existencia de
héroes militares, como los que han predominado hasta ahora, y procesos heroicos
como los emprendidos por Bolívar y los libertadores, pero también deben estar
los ejemplos de civiles de la talla de Juan Germán Roscio, José María Vargas,
José Gregorio Hernández, Jacinto Convit, Luis Zambrano y muchos otros
venezolanos que a lo largo de estos dos siglos de existencia nos han mostrado
la grandeza de nuestra nación.
Por otro lado está la definición de “venezolano”, cuyo
concepto se clarifica con las últimas migraciones impuestas por la situación
política, económica y moral que vivimos en la actualidad. De todo esto se
desprende la necesidad de crear un concepto claro y particular de nación que
nos conduzca en el porvenir hacia la grandeza que esperamos del país que nos
vio nacer y nos acoge.

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