El futuro
Venezuela necesita en este momento una gran reflexión sobre
su futuro. Tenemos la oportunidad de sentar las bases de una nueva república,
acorde con nuestras necesidades y nuestros recursos. En primer lugar debemos
hurgar en la historia con el fin de conocer como los caudillos del siglo XIX y
parte del XX, desvirtuaron la oportunidad de nacer como país libre y soberano
y, luego, como los partidos políticos, tomaron el papel de los primeros para
hurtarnos la oportunidad de vivir una verdadera democracia.
Este análisis histórico nos llevaría a conocer el daño que
el sistema populista instaurado en el país, luego de la caída del gobierno de
Marcos Pérez Jiménez, conllevó a una dictadura de partidos políticos, donde la
voluntad del elector se perdió en cúpulas donde grupos minúsculos decidían el
quehacer nacional en todos sus ámbitos.
De igual forma nos llevaría a conocer que ese sistema seudodemocrático
que rigió al país en la segunda mitad del siglo pasado, nos llevó a caer en la
peor de las pesadillas que pudiera vivirse en el país desde su fundación.
Teníamos diputados y senadores sin decisión, porque en las sedes de los
partidos se cocinaban las leyes, las escogencias para los militares de altos
cargos, los jueces, el manejo de las finanzas públicas, las relaciones
internacionales, la aparición de los nuevos líderes, los sistemas educativos,
el manejo de los medios de comunicación y todo cuanto aconteciera dentro de la
política nacional.
Todo medraba alrededor de la permanencia en el poder y para
ello se dejaban colar migajas hacia el pueblo llano. Se vieron pasar casos de
corrupción diluidos en los tribunales con un halo de impunidad que creció año a año,
impactando en una población, cuya respuesta fue el alejamiento de las urnas
electorales al considerar inútil salir a votar siempre por los mismos y bajo
las mismas esperanzas.
Lo demás es conocido por todos los que hemos vivido el peor
período de deterioro nacional en toda su historia. Lo que resta es comenzar a
planear el futuro que no puede ser otro que un plan concertado entre las pocas
organizaciones que todavía existen, tales como los gremios profesionales, los
partidos políticos tradicionales y emergentes, las diversas iglesias y todas aquellas organizaciones de índole
pública o privada que deseen el bien para el país.
Venezuela necesita una guía de ruta que nos aleje de
continuar en un sistema populista donde coloquen paños de agua tibia que alivie
los dolores más fuertes. En primer lugar, esa guía de ruta debe plantear un
nuevo sistema político administrativo que abarque, desde la familia y la
educación, hasta las relaciones
internacionales y la división del territorio y sus sistemas de elección de
gobernantes. Debe incluir un lapso perentorio de emergencia nacional para
levantar el caos existente y evitar que por carencia de alimentos y medicinas
continúe padeciendo la población, pero también debe contener la inclusión de
todos al proceso del trabajo productivo.
No será fácil levantar una nación con los principios morales
que hoy prevalecen, donde el egoísmo, la prebenda y la dádiva se sobreponen al
esfuerzo y al trabajo en colectivo. De este esfuerzo emergente debe surgir la
nueva escuela, aquella que combine el conocimiento con la tecnología, el
deporte y el desarrollo mental, adaptada a la visión futurista necesaria de los
tiempos por venir.
En esta escuela debe estar la visión de una familia sólida.
Una familia que pueda trabajar unida en microempresas de servicios con visión
de crecimiento, sumando la oportunidad de dar a sus miembros las
responsabilidades debidas para la prestación de servicios de calidad a emprendimientos
de mayor talla. Esta nueva educación debe cambiar el paradigma existente del
trabajo como objeto de explotación por el de la acción de producción de
riquezas para el bienestar del grupo y de la sociedad.
Dentro de ese mismo plan debe existir la voluntad del Estado
de desprenderse de la rémora de centenares de miles de personas que chupan de
su peculio sin generar beneficios. Para ello debe iniciarse un proceso de
depuración en la división político territorial, por cuanto la misma no ha
tenido otro objetivo en los últimos 60 años de ser fuente de colocación de
adeptos a los partidos en organismos como gobernaciones, alcaldías, consejos
legislativos, ministerios y entes descentralizados, por nombrar sólo algunos.
El territorio de Venezuela debe responder a sus necesidades,
así como su sistema de gobierno. Bien pudiera dividirse la nación en 7 bloques,
provincias o estados que respondan a necesidades similares, con el fin de
establecer políticas propias de cada uno y sectorizar las leyes, los ingresos y
los modelos de desarrollo, dependiendo de los rubros a producir.
Es decir, Venezuela
debe ser una confederación descentralizada, gobernada por un plan de acción
general y planes de acción sectoriales donde se compita por el beneficio de
todos de una manera libre de ataduras político-partidistas que, hasta el
momento, han dificultado toda iniciativa de progreso nacional.
Las elecciones para estos gobiernos sectoriales y nacionales deben responder a
otra tónica. No pueden sustentarse en partidos políticos únicamente. Aquí debe
existir la posibilidad de que todo aquel venezolano, cuyo accionar ciudadano lo
haya dotado de algún tipo de liderazgo, tenga la oportunidad de medirse en
elecciones libres con la mismas oportunidades que la de aquellos amparados en
partidos y cada uno de los elegidos debe tener libre albedrío para actuar de
conformidad con su consciencia y no por y para el partido que lo postula.
La figura del Presidente omnipotente debe desaparecer para
soportar el mando sobre un sistema parlamentario que diluya los sistemas de
corrupción y una prensa libre, con acceso a todos los hechos realizados por los
organismos públicos y en cuya dirección no priven intereses de grupos políticos
ni económicos en detrimento de la verdad.
Creo que los caminos se están despejando para el surgimiento
de una tercera etapa en la historia nacional que vaya más allá del caudillismo
del siglo XIX, más allá que el populismo partidista del siglo XX y más allá del
desastre del mal llamado socialismo de estos últimos años. Esta etapa debería estar cocinándose en este
momento, como la luz apareciendo al final del túnel.

EXCELENTE ARTICULO, DESLASTRARNOS DE LO MALO Q NOS DEJO EL SIGLO XX Y HACER A UN LADO ESE SOCIALISMO DEL SIGLO XXI Q LO Q HA GENERADO ES RETROCESO PARA EL PAÍS. EL POPULISMO DB SER ERRADICADO POR COMPLETO Y COMENZAR A PROYECTAR UN PAÍS DISTINTO EN TODO LOS SENTIDOS, TENEMOS EL RECURSO PARA LOGRARLO, EL MEJOR, EL HUMANO.
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