"Más malo que Nicolás"


Al igual que el Nicolás que todos conocemos, existió otro delincuente famoso con ese nombre a principios del siglo XIX. Sus crímenes eran de tal magnitud que se esparcieron como noticias por todo el país. Mató a su mujer a machetazos, robó a todos los propietarios del alto llano, mató a su mejor amigo para robarlo con el cuchillo que éste le prestó para que comiera, violó a toda mujer que le pareció apetecible, terminó con el comercio, quemó hatos, acabó con animales de cría y se constituyó en un azote.
Este Nicolás fue reconocido por la historia popular como Guardajumo. Su maldad ilimitada se confundía con la leyenda. Se le atribuían poderes sobrenaturales, hasta el punto de que se aseguraba que en los momentos en que era perseguido por la justicia, tenía la facultad de transformarse en humo y esconderse entre los árboles para reaparecer poco después y reírse de sus perseguidores. De allí quedó la frase famosa: “Más malo que Guardajumo”.
Cuentan que no hubo comerciante que no asaltara en los caminos, por lo que éstos fueron quedando solos. Estas versiones de historia popular aseguran que un español, llamado José Tomás Rodríguez Boves y Juan Jacinto Lara, decidieron enfrentarlo y para ello contrataron a varios peones de sobrada valentía con el fin de trasladar unas mercancías desde los puertos de Güiria hasta Calabozo.
Por supuesto que fueron arremetidos por Guardajumo y sus secuaces. Sin embargo Lara y Boves se defendieron, mataron a cuatro de los delincuentes, hirieron a Nicolás y lograron salvar su mercancía.
Pero este no fue el fin del delincuente. De su familia surgió un tío, quien sintiendo que su nombre y el de sus ancestros estaban en la picota pública por las maldades de su sobrino, condujo a las autoridades hasta su escondite, donde fue capturado.
Se le sentenció a muerte, pero no hubo verdugo en todo Guárico que ejecutara la orden. Guardajumo vaticinó que los demonios cubrirían su cuello para evitar su muerte y que lo dejarían libre para volver a sus andanzas. Se buscó verdugo en Caracas. La gente se encerró en sus casas por miedo, el día en que Nicolás, el Guardajumo, quedó colgado entre tres palos a merced del viento y de los zamuros.


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